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Un blog sobre algunas cosas y cine.

miércoles, junio 30, 2004

Mundos sin fin 




Hoy voy a hablar de uno de esos hombres a los que el cine se lo debe todo. Georges Méliès fue uno de los afortunados franceses que estuvo presente en la famosa sesión de París que dieron los Hermanos Lumiére. También fue un gran admirador de la magia de Robert Houdin. De la suma de ambas pasiones salió el mago del cinematógrafo. Hizo unos 500 cortos de cine de la más variada temática (de los cuales sólo queda una décima parte), entre ellos los célebres Viaje a la Luna y La Conquista del Polo. Este hombre inventó prácticamente todos los trucajes visuales desde el momento en que descubrió que si cortaba el rodaje de una escena y lo reanudaba después con otros elementos en ella, el resultado era sorprendente: desapariciones, apariciones y transformaciones. Pero no se conformó con eso: Méliès inventó la doble exposición, el plano dividido, los fundidos y encadenados, el stop motion, la superposición óptica, el uso de maquetas, las transparencias y la pantalla negra. En su momento, asombró al mundo como nadie después de él lo ha vuelto a hacer. Hasta la llegada de los ordenadores, todos los efectos especiales del cine están basados en sus técnicas pioneras, que desarrolló en la primera década del siglo XX. Era un hombre de una gracia infinita y una fantasía portentosa. Este gran genio no supo adaptarse a los rápidos cambios que la industria experimentaba incesantemente en sus inicios, y acabó sus días vendiendo juguetes y golosinas en un puestecito de la estación de Montparnasse. La deuda que tenemos con él los que vamos al cine a soñar es inabarcable.

lunes, junio 28, 2004

La jungla de asfalto 




Joel Schumacher es uno de esos directores que hacen fruncir el ceño al aficionado al así llamado cine de autor, una expresión que por cierto me resulta irritante: como si hubiera alguna película que no tuviera autor. Su filmografía es muy irregular, ciertamente, pero yo juzgo a un artista por sus mejores obras, no por las peores. Si Charles Laughton hubiera dirigido veinte bodrios después de La noche del cazador, no le restarían el mérito. Y, desde cierto punto de vista, Welles nunca superó su película inicial, aunque eso ya es bastante discutible.
Así que no es cuestión de juzgar a Schumacher (quien por cierto, en una entrevista dijo que había visto el mal en Internet, unas palabras muy interesantes) por sus ridículas aportaciones a la saga de Batman (aunque Tim Burton ya había empezado a estropearlo en la segunda), sino por una no reconocida trilogía de películas urbanas que nos muestran a un director con un pulso envidiable y una gran capacidad para la inquietud y el suspense.
La mejor para mi gusto es Un día de furia, con la que sorprendió a todo el mundo. La vi un día de verano en el Cine Urgel (donde vi E.T. de pequeño, que nunca desaparezca), un día de calor parecido al que se retrata en su historia. Adoro la gran ciudad, pero viendo esta película, que es un precedente clarísimo de Seven, identifiqué claramente los fallos que la ciudad tiene como comunidad humana. Dependientes malhumorados que te cobran mucho por poco, hamburguesas que no tienen nada que ver con la foto, riqueza y miseria conviviendo a pocas calles, locura escondida tras las paredes, como diría el Joseph Cotten de La sombra de una duda. Lo que todos perdonamos, lo que todos toleramos, es lo que no tolera el señor D-Fens (probablemente, el papel cumbre de Michael Douglas), lo que lo hace estallar. El duelo que mantiene con el detective Prendergast (maravilloso Robert Duvall) es memorable y su resolución ("¿Yo soy el malo? Tendrías que ver esta ciudad"), ejemplar.
Asesinato en 8 mm ha sido muy injustamente tratada, en mi opinión. Me gustó cuando la vi en el cine, y cada vez que la veo me gusta más. Es, junto con Hardcore de Paul Schrader, el acercamiento más serio que he visto a la leyenda urbana de las snuff movies. Nicolas Cage hace un papel excelente como detective que se sumerge más y más en la mierda para aclarar un asesinato que no le importa a casi nadie. Sin embargo, el tema real de la película es la diferencia moral entre los ricos y los pobres. Max California (Joaquin Phoenix) está metido en un mundillo que no satisface sus necesidades intelectuales, porque no ha tenido otra salida, al igual que la joven actriz asesinada, sólo para divertimento de ricos espantosamente aburridos, que usan a la gente a su antojo. En ese sentido, es enormemente significativa la normalidad total del hombre llamado La Máquina tras su máscara ( "¿Qué esperabas encontrar? ¿Un monstruo?"), una patada a la moral que se basa en las apariencias.
Última Llamada era un muerto que nadie quería coger, uno de esos guiones que pasan de mano en mano durante años hasta que al final alguien se decide a rodarla (como Collateral, película a estrenar de Tom Cruise, y de la que hablaré en su momento). Es una película cortita, no llega ni a la hora y media, pero tiene tanta intensidad que parece que sea mucho más larga. Aquí ni siquiera sabemos el nombre del francotirador, sólo sabemos que tiene la profunda voz de Kiefer Sutherland (viejo amigo de Schumacher desde Jóvenes Ocultos y Línea Mortal, que por cierto son dos títulos la mar de entretenidos). Y Colin Farrell (que le debe su estrellato al director de Tigerland), borda el papel (en principio pensado para Jim Carrey, que hubiera tenido su gracia) de relaciones públicas de dudosa moral: sin embargo, no es fácil simpatizar con su acosador ("Tuve una infancia maravillosa"), porque las faltas de Stu Shepard son mínimas. Aquí el conflicto tiene un cierto caracter religioso: a Stu se le ofrece una posibilidad de redimirse a través del sufrimiento. El uso de la pantalla partida (a imitación de Richard Fleischer y Brian De Palma) aumenta la tensión, sujeta con elementos mínimos, lo que redunda en su eficacia.
El villano de estas películas no es exactamente un personaje: D-Fens, la Máquina o el Francotirador no son malos en el sentido estricto de la palabra. En todos los casos, tienen un lado humano muy evidente: D-Fens adora a su hija, la Máquina es un hijo ejemplar, el francotirador tiene sentido de la justicia. El malo de estas películas es la gran ciudad, cuya frecuente inhumanidad crea monstruos familiares.

domingo, junio 27, 2004

El poder de la imagen 




A menudo se dice que el cine es un mero entretenimiento. Uno entra en la sala, lo pasa bien con lo que ve, y cuando sale se va olvidando mientras abraza a su pareja. Incluso he leído a algún director de cine decir que su función no puede ir más allá. Eso es olvidar dos factores muy importantes: el poder de convocatoria del cine y su capacidad hipnótica. Los grandes dictadores del siglo XX no lo ignoraron en absoluto. Curiosamente, aunque sea un amante del cine clásico, nunca esos factores se han visto en tanta medida como en el momento actual. Los videojuegos e Internet le han dado una buena paliza a la literatura y a las grises aulas. No así al cine: a menudo me he maravillado con la reacción del público a determinadas películas. A veces me he asustado y todo. Cuando fui al cine local a ver la Pasión de Cristo, había una pareja detrás mío que murmuraba audiblemente, sobretodo el hombre. Es una cosa que me molesta muchísimo, así que decidí cambiarme de sitio. Sin embargo, a media película, se oyó un grito tremendo en la sala, para mi pasmo y divertimento. El tipo vociferó "¡Me cago en los judíos y en los romanos!". Pensé que no hacía falta por lo que a los romanos se refiere: los invasores bárbaros ya se cagaron en ellos hace algún tiempo, y dudo que se refiriera a los habitantes de la Roma actual. Sin embargo, me inquietó lo que dijo con respecto a los judíos. En el otro reverso de la moneda, vi dos veces, en dos cines muy distintos de Barcelona, La lista de Schindler. Esta película ha hecho mucho por la divulgación del holocausto: para muchos, eso no existía antes de ver la película. En un cine de versión original, mucha gente lloraba en silencio, incluido un servidor. En otro más generalista, un grupo de adolescentes se burlaba de la película. Pero, la pregunta que me hago ahora es: ¿y si se hubiera levantado alguien del público y hubiera dicho "me cago en los alemanes"?

viernes, junio 25, 2004

Ultraviolencia y Beethoven 




A día de hoy, La naranja mecánica sigue siendo la película más polémica de Stanley Kubrick. En el momento de su estreno, fue una bomba de relojería: grupos de chavales vestidos como la pandilla de Alex prodigaban actos de violencia gratuita como fenómeno mimético de imitación. Escandalizado por ello, y presionado por la prensa inglesa, Kubrick, en un acto de poder nunca visto en un director, obligó a la Warner a suspender su estreno en el Reino Unido, donde permaneció censurada y sin estrenar durante muchos años, a pesar de su fenomenal éxito internacional.
No deja de ser una ironía. Aunque La naranja mecánica tiene momentos muy divertidos, es un retrato feroz y despiadado de la hipocresía humana, perfectamente coherente con la visión de Kubrick. Anthony Burgess se mostró moderadamente satisfecho con la adaptación de su brillante novela: probablemente ocultó la amargura de saber que su novela sería apenas recordada de no ser por la película. Sin negar los méritos del escritor en el resultado final (especialmente logrado es el lenguaje usado por los adolescentes), me referiré mayormente al film en cuestión.
En una de las primeras secuencias, el ataque al mendigo, éste suelta una frase inquietante: "Hay hombres en la Luna y nadie se preocupa de la ley y el orden en la Tierra". Posiblemente, sea una referencia a 2001: en la tienda de música, hay un disco con la banda sonora de la película. Es en esa tienda donde Alex (el gran papel de Malcolm McDowell), nos muestra uno de los rasgos que nos acercan peligrosamente a la identificación: su amor por "el divino divino Ludwig Van".
No me gusta demasiado interpretar las películas: prefiero verlas. Pero no puedo dejar de señalar que, si bien al principio Alex nos resulta tan repugnante como fascinante, Kubrick consigue lo imposible: devolver la tortilla a la sociedad que le rodea, y de paso, hacernos al personaje simpático y digno de piedad. En el Instituto Ludovico (quizás una referencia al músico), Alex es sometido a un brutal tratamiento psicológico (retratado de forma memorable en el film), que le hace sentir un asco físico por sus actos, aunque no impide que siga sintiendo el deseo de hacerlos. Es irónico que, para reformar al cruel adolescente, las instituciones usen la misma crueldad, aunque sea disfrazada de buenas intenciones, o la excusa para una campaña política.
La película nos deja desorientados a cada paso: cuando Alex sale de su reclusión, se encuentra pateado por los mendigos y por los policías (uno de los cuales es uno de sus ex compinches), sustituido por otro en su papel de hijo, y vengado de forma miserable por el venerable escritor al que antes había atacado. Sólo mientras Alex tiene poder, es respetado. Cuando lo pierde, y tiene una posibilidad de redención, las personas que antes estaban dominadas pasan a usar los mismos métodos que él usaba. La conclusión lógica es que todo el mundo usaría la violencia y la humillación de tener la oportunidad. Pero el irónico final nos muestra, con la mirada de Alex, que la rueda da muchas vueltas.
Todo esto podría ser atribuido a Burgess, y no sería especialmente digno de mención sino fuera por el tremendo tratamiento visual de la película, que no deja respiro y pasa continuamente de un momento brillante a otro: la escena de sexo a cámara rápida con las dos chicas, el ataque a la casa y la mujer del escritor, el ralentí del ataque de Alex a sus traidores amigos, el retrato de cómo Alex ve la Biblia en su mente, las sesiones de cine y sus lágrimas cuando le hacen odiar a Beethoven, la humillación pública del reformado ante un auditorio, el primer plano de odio y asco en la cara del escritor cuando oye a Alex "cantar bajo la lluvia".
Se ha dicho que la estética del film es anticuada. Es cierto: nadie sabe a ciencia cierta cómo puede ser la moda de un futuro más o menos lejano, pero también es cierto que las modas van y vienen, y que es perfectamente posible un mundo retro. Es algo que puede verse en cualquier parte. Pero, si la estética es anticuada (que también lo es en 2001, con aquellos sofás redondos y las recepcionistas con gorritos rusos), el mensaje no puede ser, viendo las noticias de cada día, más vigente y actual.

jueves, junio 24, 2004

De todo un poco 

Hoy no es día de post largo, es San Juan y estoy dormitando, comiendo, holgazaneando... viviendo en suma! De todos modos, dejo notillas de cosas curiosas que me he encontrado navegando por los mares del espacio internáutico:

-Esta se me había escapado. Si alguien recuerda mi post sobre el Festival de Annecy, advertí que El Cid estaba nominada, pero que la gran favorita era Oseam. Apuntadme un tanto: ha ganado Oseam, pero eso no quita méritos a la nominación española.

-La película Indiana Jones y la última cruzada hace pequeñas menciones indirectas a un libro, el manuscrito Voynich, que es el único libro en la Historia de Europa que aún permanece totalmente indescifrado a pesar de todos los esfuerzos. Un apasionante misterio, del cual podéis encontrar aquí abundante información.

-Este fin de semana se estrena en USA la controvertida película Fahrenheit 9/11 de Michael Moore, que astutamente se ha metido en todo tipo de polémicas para aumentar su cuenta corriente, cosa a la que, como Mel Gibson, tiene perfecto derecho. Las reacciones críticas están siendo de todo tipo: yo me quedo con ésta en particular.

-Estos días visitar la mejor web sobre Star Wars vale la pena. Gary Oldman (que como recordaréis interpreta al comisario Gordon en Batman Begins, la otra gran megapelícula del año próximo), prestará su voz al principial villano del episodio III, el general Grievous. De todos modos, si sois fans del tema, visitad la página y saboreadla a fondo. Han colgado muchas cosas interesantes.

miércoles, junio 23, 2004

Paseos por la mente 

Este post está inspirado en el último comment del amigo JIP, que hablaba del cineasta David Cronenberg, uno de los directores más coherentes y perturbadores del cine moderno. Sus dos próximos proyectos, ya confirmados, no pueden ser más acertados a primera vista:

-A History of Violence (Estreno en 2005): Basado en un comic de John Wagner (Juez Dredd), cuenta la historia de un padre de familia (Viggo Mortensen) que mata a los atracadores de su restaurante en defensa propia, lo que atrae la mirada de los medios de comunicación, y despierta el turbio pasado de este hombre aparentemente pacífico.

-London Fields (Estreno en 2006): Basado en una novela de Martin Amis, es el relato de una clarividente en decadencia que se encuentra con dos hombres en un pub de Londres, y tiene la infalible premonición de que uno de los dos la matará, pero no sabe quién. De modo que decide humillar a ambos por igual.

Como puede verse, es material hecho a medida para el director canadiense, siempre dispuesto a bucear en el lado oscuro del alma humana. Cronenberg es uno de esos creadores que siempre voy a ver a ciegas, así que no pienso perderme ninguno de estos dos títulos.

martes, junio 22, 2004

Secuencias: Seven 




El detective Somerset y su compañero Mills están ante la puerta de alguien, siguiendo una pista del registro de bibliotecas del FBI. Los dos dudan sobre lo que hacer en el largo pasillo. Alguien sube por la escalera y, muy lejos, se queda parado. Los detectives lo miran. De repente, el desconocido dispara sobre ellos, pero no acierta y sale corriendo, bajando las escaleras. Mills y Somerset inician la persecución, pero Somerset, más viejo que su compañero, se queda rezagado enseguida. Mills registra por varios pisos del edificio, apuntando siempre con su pistola, como un perro al acecho. Cuando asoma por una de las ventanas, otro disparo le espera, pero tampoco le da. El desconocido, una sombra negra y veloz bajo la lluvia, baja por la escalera de incendios. Mills lo persigue, con una panorámica de la calle, pero el desconocido es muy rápido. La cámara enfoca el salto del perseguidor sobre el suelo mojado. En un momento, Mills lo pierde, y busca en un camión, despejando el terreno. Pero su búsqueda termina bruscamente cuando, desde una de las puertas del camión, una palanca le golpea en la cabeza, lo deja semiinconsciente, y pierde su arma. En un charco, vemos el reflejo de la silueta negra acercándose, amenazadora. Entonces el desconocido encañona a Mills en la mejilla, mientras la lluvia le cae sobre la cara y los labios. Vemos en primer plano la boca de la pistola que lo amenaza, pero el rostro del que la empuña está oscuro y desenfocado. El instante parece eterno. Súbitamente, el desconocido aparta el arma y desaparece.

lunes, junio 21, 2004

Retrato de una era 




El 5 de este mes murió Ronald Reagan. La verdad es que su carrera como actor fue más bien gris, a excepción de su última película, Código del Hampa de Don Siegel. Sin embargo, su influencia en el mundo del espectáculo va mucho más allá de eso, pues las relaciones entre la situación sociopolítica y la cinematografía de un período son siempre evidentes.
Reagan es el presidente de la década de los 80, ni más ni menos. Las desvaídas presidencias de Gerald Ford y Jimmy Carter se habían traducido en un cine, el de los 70, desencantado y cínico en todos sus géneros. Reagan devolvió a los americanos la idea del sueño que se había perdido con la muerte de Kennedy. Su política coincidió, precisamente, con un momento en que el cine estadounidense volvió a soñar. Spielberg y Lucas, más o menos en el mismo momento, ofrecieron entretenimientos muy dignos y suavemente teñidos de cierta religiosidad que cambiaron la faz del cine, atrayendo de nuevo al público adolescente.
Hay varias películas y shows televisivos que ilustran perfectamente la década de los 80 en su evolución. Una de ellas es la trilogía Regreso al Futuro, que analizada con cierto detenimiento, es un ejemplo perfecto, mucho más sofisticado de lo que parece a primera vista. Hay algo de melancólico en esos viajes temporales que pueden arreglar el presente. No es casual que en la primera (y más depurada) película hayan referencias muy ingeniosas al presidente y sus pinitos como actor.
Otra película enormemente significativa es Wall Street, donde Oliver Stone retrata el mundo de los yuppies y el dinero relativamente fácil que los envuelve. Gordon Gekko (un papel que consagró a Michael Douglas), no tiene escrúpulos para conseguir lo que quiere. Gekko, como heraldo de una burbuja de riqueza, es Donald Trump o Mario Conde, héroes de una época de espejismos que luego cayeron como estatuas de cristal.
La serie mítica por excelencia de la época es Corrupción en Miami. Toda la estética (y buena parte de la música popular) de la década puede encontrarse ahí, en esa serie donde los detectives conducen Ferraris y se visten de Armani en un mundo de apariencias brillantes y entrañas podridas. Una serie muy manierista, pero de evidente calidad, donde destaca por encima de todos el teniente Castillo, interpretado por Edward James Olmos.
Todo era sencillo: los viejos fantasmas podían exorcizarse con nuevos héroes. Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenneger representaron el ideal americano (que entonces era occidental) de solucionar las cosas por la vía rápida. Rambo podía meterse en Vietnam y Afganistán, acabando con los problemas de un plumazo. Comando podía rescatar a su hija a golpe de metrallazos donde todo el mundo salía malparado excepto él.
Pero las cosas nunca son tan sencillas. A finales de los años 80, la burbuja estalló y un sentimiento de apocalipsis se adueñó del inconsciente colectivo a medida que el sueño de Reagan se iba revelando más efímero que real. La película que mejor representa ese desengaño es, quizás, el Batman de Tim Burton, producida un año después de que Reagan abandonara la Casa Blanca. Fue un desencanto que tuvo reflejo en muchos otros medios artísticos y que traspasó las fronteras de América.

sábado, junio 19, 2004

Aviso para navegantes 

Hoy voy a dar dos consejos de aficionado al cine a aficionados en general. Están basados en mi intuición y en mi experiencia, y los voy a argumentar en la medida de lo posible. Puede que parezcan chocantes, y al fin y al cabo es sólo mi opinión. Yo, al menos, los voy a seguir al pie de la letra. Estos son:

1) Evitad comprar el DVD de Kill Bill Vol. 1 que sale este mes. Es una edición pelada, hecha para promocionar el Vol. 2. Hay en previsión un pack con las dos, ediciones especiales de cada una, y un estreno probable de la película entera, que tendrá más que segura edición en formato doméstico. Miramax va a exprimir la gallina de los huevos de oro, como puede leerse en la frase final de esta entrevista, donde Tarantino deja las cosas claras.

2) Evitad The Terminal, de Steven Spielberg. Aunque no hay que ser tan exagerados como este crítico que dice que es su peor película (se nota que no ha visto Always), todos los indicios me dicen que es un capítulo muy menor en su filmografía, y os lo dice uno de sus grandes seguidores. ¿Tom Hanks y Catherine Zeta-Jones de azafata en una comedia basada libremente en un hecho real que podría dar mucho más de sí y que fue más bien un terrible drama? Yo me espero a la siguiente.

viernes, junio 18, 2004

Diario de ruta 

Mientras preparo algunos megaposts sobre temas clasificados top secret, dejo otro pequeño boletín de noticias recogidas aquí y allá por el ciberespacio:

-¡Bollywood ataca! Tal y como más de uno habéis mencionado en los comments, el cine hindú está en alza. Dilwale Dulhania Le Jayenge se ha estrenado en Estados Unidos y en Salon se hacen eco de ello con una crítica entusiasta. Conviene recordar que el cine hindú ya dio hace años hombres de un talento tan descomunal como Satyajit Ray con su Trilogía de Apu.

-A pesar de mis predicciones, Troya ha sido un éxito formidable (y merecido), y ya es la segunda película con más recaudación mundial en lo que va de año después de la sorpresa de La Pasión de Cristo. Por detrás vienen pisando fuerte Shrek 2 (que no ha hecho más que empezar), El día de mañana, y la última de Harry Potter, que mañana se estrena por aquí. Después de todo, el cine es una mezcla de arte y negocio.

-Hablando de taquillazos, las películas que más interés inmediato despiertan en la Linterna tienen estas fechas de estreno en España. Spiderman 2 (de la cual sólo se leen elogios), el 14 de Julio. Kill Bill Vol. 2 cae el 23 de Julio. Y la adaptación de Yo Robot que dirige Alex Proyas se adelanta al 30 del mismo mes. Se acerca un verano más que caliente.

miércoles, junio 16, 2004

Historias de familia 




La verdad es que tenía pensado continuar la serie de secuencias con una de El Padrino, pero le di varias vueltas al asunto y no me decidía por una en particular: hay tantas escenas memorables en las películas de la familia Corleone que es imposible escoger sólo una. Que es una de las mejores muestras del cine de todos los tiempos no sólo lo dice la crítica, sino que lo dice el público. Quién iba a decirle a Francis Ford Coppola que la joya de su filmografía iba a ser un encargo, en lugar de las películas que él considera más personales. Pero, si fue un encargo, el cuidado con que lo llevó a cabo hace suponer que se lo tomó como mucho más que eso. Porque Coppola convirtió la discreta novela de Mario Puzo sobre la mafia en una obra de arte, con la ayuda de un inmenso Marlon Brando como Vito Corleone, que con este papel revitalizó su carrera.
El Padrino es una película curiosa. Tiene un ritmo único, muy pausado, que se toma su tiempo en contar lo que cuenta, con grandes y amplias secuencias fotografiadas esplendorosamente por Gordon Willis: algunas impresionantes, como la muerte del caballo, la muerte de don Vito, o, especialmente, la entrevista de Michael con Sollozzo, que se convierte en su bautismo de fuego. Es como una ópera (la música de Nino Rota tiene un papel primordial), que sigue una estructura circular: empieza con una celebración, prosigue con una introducción, un desarrollo tortuoso y complejo, y acaba con otra celebración mezclada con un desenlace múltiple donde se deshacen los nudos de un solo tajo. Es una estructura llena de símbolos que se repite, de manera ritual, en las dos secuelas.
No hay duda de que el Padrino II es la más compleja y brillante pieza de la trilogía. El consenso sobre ese tema es imposible de romper. Yo tengo más simpatía por la primera, porque de algún modo es más alegre, pero la segunda es monumental. También es monumentalmente trágica. Al Pacino toma el relevo de Brando, pero, ampliando el poder de la familia, la destruye sin quererlo. Coppola subraya el contraste con su padre mezclando las andanzas de Michael Corleone con la juventud de Vito. Michael es mucho más inhumano y frío. Hay una secuencia que lo explica perfectamente: la visita de Tom Hagen (qué grande Robert Duvall), a Frankie Pentangeli en la prisión. Frankie explica con nostalgia "yo estudié mucho la historia. Los tiempos de Roma... la familia Corleone, como el Imperio Romano". Si Vito es un emperador benigno, Michael es un tirano con mano de hierro, eficiente pero cruel. La analogía de la familia Corleone con las grandes familias imperiales es algo visible, que va mucho más allá de lo que pretendía Mario Puzo. En el Padrino II hay dos secuencias (entre tantas), especialmente memorables. Una es el asesinato de Don Fanucci a manos de Vito (grandioso Robert de Niro), y la otra es el falso perdón de Michael a su hermano Fredo.
Con el plano terrible de Fredo pescando, a las puertas de la muerte, bajo un cielo encapotado, se abre el Padrino III. Muy vilipendiada en general, es una pieza ligeramente distinta a las otras dos, ya que fue rodada mucho más tarde, con lo que no hay un sentido total de unidad. Sin embargo, es una muy digna conclusión de la saga. A pesar de algunos errores flagrantes de casting, el argumento es ambicioso como pocos. Michael busca la redención de sus pecados mientras trata de extender su poder a través de la Iglesia Católica. En cierto modo, consigue esa redención, pero el precio que paga es demasiado alto, como muestra el desolador plano final. Es una película muy triste. Pero las críticas que recibió son desmesuradas e injustas, a la luz de secuencias como el asesinato de los jefes mafiosos mediante un helicóptero, la muerte de Joey Zasa, o el final, donde la ambición y tragedia de la familia Corleone alcanza tintes cósmicos, y que está muy acertadamente subrayada con una secuencia de ópera.

martes, junio 15, 2004

Un brindis 

Hoy la Linterna ha llegado a las 10.000 visitas. Lo primero que quería decir es que es un número engañoso, porque al menos 3000 de ellas son mías. Corrijo mucho y cuando estoy de obras, como soy más bien torpe, tengo que revisar el resultado montones de veces. Pero la ocasión es digna de celebración, no para mí, sino por y para los que lo habéis hecho posible. Los que visitáis, y muy especialmente los que dejáis esos comentarios que han hecho de la Linterna Mágica un sitio de animado debate sobre temas de cine y de todo tipo, teniendo auténticas conversaciones online hablando de lo divino y lo humano. He conocido a gente estupenda con la que me encanta estar de acuerdo y con la que me encanta aún más estar en desacuerdo, que es lo sano, lo divertido y lo razonable. Gracias a todos los que habéis contribuido a hacer de este modesto weblog una página cálida donde uno se siente a gusto. Yo no podía pedir más. ¡A vuestra salud!

lunes, junio 14, 2004

Entre líneas 

Ayer por la noche, leí una entrevista al productor de El día de mañana, Mark Gordon, y había un párrafo absolutamente revelador que transcribo literalmente para que cada cual saque sus propias conclusiones:

-¿Por qué el cine de gran presupuesto es ante todo un fenómeno que se da en Estados Unidos de forma industrial, casi en cadena, mientras que en Europa sólo se hace una película así muy de vez en cuando?
-Supongo que porque Estados Unidos es más grande que toda la Comunidad Económica Europea junta y porque además es un país. Por si fuera poco, en Estados Unidos, para bien o para mal, hablamos todos la misma lengua y, aunque cada cual tiene su forma de ver las cosas, pensamos de manera muy similar. El problema de los europeos es que lo que funciona en Dinamarca es una catástrofe en Francia y viceversa. Y para empeorar más las cosas, los norteamericanos no siempre comprendemos qué demonios queréis decirnos los europeos con todas esas películas donde la gente sufre o está en silencio en un plano que dura veinte minutos. Sois demasiado complicados para nosotros, por eso vuestras películas no suelen ser grandes éxitos en los cines de Estados Unidos.

La senda perdida 




Pero ¿qué es lo que pasa con Robert de Niro? Su filmografía en los años 70 y los 80 fue intachable, hasta el punto en que lo elevó a la categoría de leyenda. Este tipo es uno de los mejores actores que se han visto, un talento como hay tan pocos. Sólo por lo que consigue en Toro Salvaje ya merecería ser estudiado en cualquier escuela de interpretación. La verdad es que el director que supo sacarle lo mejor es su amigo Scorsese, que le dio el que quizás sea su último gran papel en Casino. A mediados de los 90 la carrera de Robert de Niro empezó a torcerse definitivamente. Ya había hecho cosas en el pasado que no hay por donde cogerlas, pero eso le pasa a cualquier actor. Cosas como Nunca fuimos ángeles, por ejemplo. Luego tenemos películas que son malas a pesar de él, como Sleepers, Enamorarse, o La cortina de Humo. Pero, después de la muy interesante Ronin, donde se come sin problemas al resto del reparto, cometió un error munumental. El éxito de Una terapia peligrosa le hizo creer que tenía talento para la comedia, y lamentablemente no es así. Es triste ver al hombre que hizo de Travis Bickle parodiarse a sí mismo de un modo tan grosero en películas como la mencionada, o Los padres de ella, guiones simplísimos donde está fuera de lugar. Pero es que en los papeles serios tampoco da una: títulos como 15 minutos o The Score, que son buddy movies de lo más ramplón. Y la cagada más increíble que uno pueda imaginarse es verlo en esa cosa llamada Rocky y Bullwinkle, basada en unos dibujos animados de los que no se acuerda nadie. Su último trabajo, El enviado, sigue confirmando mis peores sospechas: que Robert de Niro ha abandonado la senda del buen cine, y ha equivocado el rumbo para no volver a enderezarlo.

sábado, junio 12, 2004

Despropósitos 




Observen el resumen del argumento de Superman III que cuelgan en la programación de Telemadrid. Es algo alucinante. Charlie me ha avisado de ello y no he podido resistirme a colgarlo en su integridad. Pasen y lean:
"Clark Kent acude a un antiguo colegio de su infancia, en donde estarán reunidos muchos de sus amigos, entre ellos un antiguo amor llamado Lana Lang, quien tiene un niño de corta edad. En el encuentro los recuerdos afloran en sus mentes y creen revivir el amor de su juventud. En esos mismos días, un trabajador negro que no tiene suerte en ningún empleo, descubre sus habilidades para la informática y con la ayuda de un malvado llamado Ross, deciden matar a Superman. Para ello emplean toda clase de recursos, como ponerle krytonita cerca, controlarle la mente y convertirle en un villano que todo el mundo repudia. También logran realizarle un desdoblamiento de personalidad y que otro Superman perverso le mate, y hasta provocan explosiones en una central nuclear para que le destroce. Por si fuera poco, los problemas de Superman aumentan a causa de un superpetrolero que vierte el crudo al mar, y con una Loise Lane empeñada en demostrar que Clark Kent es Superman. Para salir de dudas, se tira a las cataratas del Niágara en su presencia, aunque el resultado es un inmenso chapuzón y un Clark Kent poniendo cara de estúpido. Como colofón, tenemos a un enorme ordenador que controla la energía eléctrica de Metrópolis y que es capaz de inmovilizar a Superman y hasta disgregarle molecularmente."
Aparte de que parece escrito por un niño de ocho años, lo del Niágara es de Superman II. Es lo que pasa cuando no se ven las películas que se reseñan, y doy fe de que esto ocurre en más sitios de los que podrían imaginarse (prensa y revistas). Superman III no es precisamente la más afortunada de la saga, ni de Richard Lester (un director al que le dieron una interesante entrevista en Cinema 3, y que dijo muchas cosas jugosas, salían imágenes de Golfus de Roma y Robin y Marian, sus mejores películas). En cualquier caso, en comparación con este texto, la tercera entrega del hombre de acero es una obra maestra.

viernes, junio 11, 2004

Ensayo y error 

Pequeño fracaso en mis obras. La verdad es que me siento más cómodo con Haloscan, que es el sistema que usan la mayoría de blogs nuevos. Tengo ganas de ver cómo evolucionan esos blogs a medida que crezcan: lo iré contemplando. Enetation da demasiados problemas, pero es seguro que más adelante cambiaré, o bien al sistema Blogger (que no me gusta mucho), o a otro que descubra. En Verano, mientras el mundo descansa, yo me dedicaré a más obras para hacer de este blog lo más ajustado a mis deseos posible. En Otoño se verá el resultado de todo ello. Luego dicen que esto es fácil.

jueves, junio 10, 2004

Sólo para sus ojos 




Los títulos de crédito, como los trailers, también juegan un papel importante a la hora de ponernos en situación para ver una película. Si son imaginativos, los diseños de los títulos iniciales nos darán pistas sobre qué tipo de historia vamos a ver. El diseño de títulos de crédito empezó a descollar en los años 50. Frank Tashlin, antes de dirigir a Jerry Lewis, aplicó su experiencia en la animación para hacer cartoons con imágen real, llenos de color y dinamismo. Douglas Sirk, en Escrito sobre el viento, hizo una cosa muy atrevida: los nombres de los actores están presentados con escenas clave de sus personajes en la película, anticipando todo lo que pasará.
El más grande de los diseñadores de títulos de crédito es Saul Bass, que ha recibido la curiosa acusación de ser algo frío. Eso puede aplicarse a su colaboración con Otto Preminger, pero si uno repasa su contribución, verá que nada ha sido inventado en este campo que él no intuyera. Steven Frankfurt, en Matar a un Ruiseñor, sigue los pasos de Bass en El rapto de Bunny Lake. Friz Freleng, en La Pantera Rosa, fue el primero de los muchos que usaron dibujos animados para los créditos en los 60, algo que Bass ya había probado en La vuelta al mundo en 80 días.
Maurice Binder es otro gran creador: sus títulos para las diversas películas de James Bond son recordados por todos. Jean-Luc Godard, a tono con su anárquica filmografía, usó títulos psicodélicos en algunas de sus muchos títulos. Richard Williams, animador excepcional, puso un broche de oro en los créditos finales de Golfus de Roma. Y no podemos olvidarnos de los divertidos esfuerzos de Terry Gilliam para las películas de sus colegas, los Monty Python.
Cuando llegó el cine-espectáculo, los títulos de crédito empezaron a ponerse a tono. Richard y Robert Greenberg, en Supermán, mezclaron técnicas de ordenador con un sonido apabullante. Uno de los genios modernos del tema, Dan Perri, es el responsable de los famosos "crawls" de Star Wars, pero su filmografía es tan variada como extensa.
Y luego tenemos a Kyle Cooper y David Fincher: hay un antes y un después de Seven, cuyos títulos, complejos, densos, influidos por los mejores diseños del momento, marcan el tono de la película. De hecho, David Fincher siempre usa títulos muy imaginativos para sus películas: tanto El club de la Lucha (con esa cámara ficticia que va del cerebro a la boca de una pistola), como La Habitación del Pánico (los nombres del personal como rótulos gigantes en Manhattan), son dos muestras de ello.
Sin embargo, nada de todo esto puede rivalizar con la magia de Orson Welles: la secuencia de títulos de crédito que él mismo se dirigió en Sed de Mal es, de largo, la mejor aportación al género en toda su historia. Tengo entendido que su intención era que los nombres no salieran, sino que fuera simplemente la secuencia inicial. Sea como sea, la perfección formal y densidad temática de ese travelling quitan el hipo por más veces que se contemple.

miércoles, junio 09, 2004

Noticias animadas 

-Hoy el pato Donald cumple 70 años. Dentro del espectro de personajes fijos de la Disney, es el más simpático por su mala leche, su torpeza y su curiosa voz. Memorable su aparición en mediometrajes como El príncipe y el mendigo, y en el sketch dedicado a Elgar y el Arca de Noé de la apreciable Fantasía 2000.

-Amid Amidi empieza su crónica de Annecy en Cartoon Brew, comentando el aburrimiento que le produce el cine de Satoshi Kon (el director de la alucinante Perfect Blue) en general. Aunque es un tipo con una marcada tendencia elitista, sus opiniones están basadas en una buena formación de base, y están llenas de causticidad.

-La última película de Katsuhiro Otomo, Steamboy, ha confirmado su estreno en Octubre en los países civilizados de Occidente (Francia, Inglaterra, Italia, USA). Sobre su distribución en España, recomiendo ir al centro de esoterismo más cercano.

martes, junio 08, 2004

Show business 




El mundo del espectáculo siempre ha sido una máquina para ganar dinero. Pero hay decisiones que no tienen sentido: un ejemplo sería cualquier decisión tomada por Michael Eisner. Otro, más reciente, es el hecho de que hayan echado de la serie Urgencias a la británica Alex Kingston (la Dra. Corday), por el simple hecho de tener 41 años. ¿Es que no hay sitio para una doctora madura y experimentada en el Hospital County? Si ya hace tiempo que me había desinteresado de la serie, esto lo remata: todos los personajes carismáticos se han ido, y el último lo interpretaba esta adorable actriz y mujer, que tiene una belleza y un saber estar impresionantes. Ella se ha ido sin demasiado rencor, por lo que ha declarado: después de todo, Urgencias la ha hecho famosa, con todo el merecimiento.

Woody y yo 




Mis relaciones con el cine de Woody Allen han ido variando con los años. En mi infancia me gustaban sus películas aparentemente más sencillas, las de humor puro y duro. En mi adolescencia me hice moderno y me gustaron las serias, que son la inmensa mayoría, a pesar de que toques de humor no faltan en casi toda su obra. Entonces devoraba cualquier cosa que hiciera el tipo, y las aplaudía como el que más. Pero poco a poco, le perdí el respeto, y más adelante me resultó insoportable. Ahora mismo, ya con una cierta perspectiva, aprecio sus virtudes y defectos, que de todo hay en su manera de entender el cine.
Yo ya he dicho varias veces que soy un espectador visual, es decir, quiero que sean las imágenes las que me cuenten una historia, no quiero una historia que se apoye en las imágenes. Me gustan los directores que usan storyboard, que planifican, que diseñan los planos para que sean cuadros en movimiento. Woody Allen es un guionista extraordinario, y un gran director de actores. Pero es un director visualmente torpe: en Maridos y Mujeres, el vaivén constante de la cámara me resulta desconcertante. En Deconstruyendo a Harry, los cortes de tempo me irritan. Me parecen recursos vanidosos, y la vanidad en el arte me acaba agobiando, quizás es que me hago mayor y disfruto más con una película contada con oficio, un western de Henry Hathaway por ejemplo, que con las obsesiones y guiños intelectuales del director judío.
Después de Celebrity, reconozco que he abandonado a Woody. Que la última película la haya hecho con Jason Biggs y Cristina Ricci me muestra que tal vez no esté equivocado: creo que los 90 no le sientan bien al viejo Allen. Haciendo un sereno balance de lo que he visto de él, tengo un afecto especial por Bananas (me hace reír mucho), Manhattan (la verdad es que es una gran película), Hannah y sus Hermanas (grandioso Michael Caine, entre otros muchos), Delitos y faltas (su gran obra maestra), y Misterioso Asesinato en Manhattan (me resultó divertida y agradable). Hay muchas otras, pero esta es una buena muestra de su obra: inocencia, amargura e indulgencia con la vida. Las mismas relaciones ambivalentes que yo he tenido con este gran director.

lunes, junio 07, 2004

Infrazona 2 




Hay cosas que son verdaderamente difíciles de entender. Una vez metidos de lleno en la era del DVD, ¿por qué dividir su distribución mundial en zonas geográficas incompatibles entre sí? Ya sé que se pueden hacer parches para solventarlo, pero no deja de ser una tontería en su concepción, que recuerda la famosa incompatibilidad de formatos de los ordenadores y otras zarandajas similares. Pero no quiero hablar exactamente de eso, sino de otra cosa derivada.
Y es que... mirad, ser aficionado al cine en España es sufrir, eso está claro. A poco que uno se dé unas vueltas por Internet, se dará cuenta de que las distribuidoras nos toman por tontos, por un país de tercera o de cuarta categoría. Ejemplos los hay incontables: uno de los más increíbles es este catálogo de errores de encuadre en los DVDs de Regreso al Futuro, por parte de Universal, la misma que cobra unos 90 euros por un pack de La lista de Schindler que en Estados Unidos cuesta más de la mitad. La Warner saca cajas como la de Looney Tunes con años de diferencia, las ediciones en general son mucho más cutres o con cajas penosas de cartón. La Fox saca ediciones de películas maravillosas sin subtítulos en castellano. Divisa saca una versión de coleccionista de Dersu Uzala que se ve peor que una cinta de bautizo desmagnetizada. Y hay bastantes títulos (Erase una vez en América, Tiburón, Supermán), cuyas ediciones especiales vienen con un nuevo doblaje, horrible comparado con el anterior.
Y no hablemos del catálogo. En eso, como en tantas cosas, se nota la diferencia entre nuestro mercado y el estadounidense, cien veces más potente. Mirad lo que algunos pueden comprarse allí, y comparad. O echadle un vistazo a la cantidad y calidad de las cosas que van a salir en la zona 1. Es para ponerse a llorar. Allí sacan ediciones de tres discos de Mystic River y Brazil, a casi los mismos precios que las nuestras, de un disco.
Y luego está la zona 3, la del sureste asiático. En consonancia con la vitalidad de su cine, sacan unas ediciones allí que es para morirse, de cosas que aquí ni vemos ni veremos. Podéis comprobarlo en foros especializados donde habla gente que entiende de lo penoso que está el tema. De hecho, fue en este foro donde leí por primera vez la graciosa expresión que resume el estado de la cuestión, y con la que he querido dar título a este post de lamento y pataleo.

sábado, junio 05, 2004

Secuencias: 2001 




Dave Bowman está solo en el espacio. Su compañero Poole está perdido más allá de cualquier esperanza. Con una ingeniosa maniobra, forzando la portezuela de entrada con el robot, consigue entrar en el Discovery. Una vez lo consigue, toma la única decisión posible, y entra en el cerebro electrónico del desquiciado HAL 9000. Sólo oímos como fondo sonoro la respiración de Bowman. El interior del recinto es rojo, y está lleno de células de memoria parecidas a cintas. Bowman las va desmontando una por una. HAL, con una voz terriblemente triste, trata de disuadirle. "No lo hagas Dave", "¿Querrás parar, Dave?". Bowman sigue inflexible con su faena, sacando con una lentitud exasperante más células de memoria. Poco a poco, HAL va hablando más lentamente, como alguien que se está durmiendo, e implora "Por favor, Dave, no lo hagas. Estás destruyendo mi mente..." A medida que va muriendo, HAL rememora sus primeros recuerdos: "Soy HAL 9000, mi programador fue...", y Bowman accede al núcleo central del sistema, una sencilla canción llamada Daisy. HAL le pregunta a Bowman "Conozco una bonita canción. ¿Quieres que te la cante?" Bowman, en un gesto de deferencia, una última voluntad para el ejecutado, accede. HAL entona la canción con voz apagada "Daysiii... Daysiiiii..." Finalmente, el ordenador se calla para siempre, y aparece una grabación en la que se explican vagamente las causas de la disfunción de HAL.

viernes, junio 04, 2004

Aprendiz de brujo 




Yo es que tengo una duda existencial. Sí, como lo oyen. Ya se sabe que el tiempo es limitado y hay mucho que hacer. Y yo me pregunto una cosa ¿me estoy perdiendo algo al no haber leído en mi vida ningún libro de Harry Potter? Que me consta que cada vez son más gordos, con el último que han sacado, a Raskolnikov no le hubiera hecho falta un hacha para matar a la vieja. De hecho, me imagino a Raskolnikov y la vieja pensionista teniendo un diálogo como éste (perdóname Dostoyevski):
-Vieja, que somos más pobres cada día. Ya nadie lee nuestra historia. Ahora leen esto.
-Querido Raskolnikov, ¡si es más gordo aún que nuestra novela! Pégame un trancazo en la cabeza con el tocho y acabemos de una vez.
Sí, sería una bonita metáfora. La literatura de moda asesina a la literatura clásica. De hecho, la gente que me recomienda que lea Harry Potter es de esa que me pone los pelos de punta. Los que me han dicho lo que yo sospecho (que es una basura infecta), son de mi club en general. Yo es que perdonen, pero no he leído aún todo Faulkner, y no voy a molestarme, a no ser... que alguien me convenza.
Porque si alguien en quien confío me dice que vale la pena sumergirse en ese marasmo de libros (que me da que son una mezcla indigesta de George Lucas y Tolkien), pues igual me lo pienso. De todos modos (por si alguien creía que esto no tenía nada que ver con el cine), tampoco he visto (ni pienso ver) ninguna película del niño gafotas.
Sencillamente, porque los directores (Chris Columbus, creador del clásico Sólo en casa), Alfonso Cuarón (ese pedazo de director que destrozó Grandes esperanzas), y Mike Newell (que dirigirá la próxima, y que tiene el raro mérito de haber conseguido convertir un guión tan magnífico como el de Donnie Brasco en una película aburrida a morirse)... pues eso, que esos grandes genios no me inspiran confianza. Y yo, como los franceses, creo mucho en la politique des auteurs.
En fin... como suplemento de fin de semana, anunciar mi sorpresa al saber que el lunes Antena3 emite la versión extendida de la Comunidad del Anillo en lugar de la normal, que parece como si ya no existiese (y yo insisto que son mejores las de cine, pero bueno). Entre las cuatro horas de película y las dos de anuncios (incluyendo esa criatura con una neurona que anuncia cartelera, para cagarse por las patas pabajo), no puede uno ni quedarse si trabaja, ni grabarla con el video. Chapeau!

miércoles, junio 02, 2004

El rey de la selva 

Hace cien años nació Johnny Weissmuller, el mejor Tarzán que ha podido verse en celuloide. Ese Tarzán que tantas sobremesas de Sábado nos alegró cuando éramos niños. El nadador que ganó medallas en las Olimpíadas y acabó sus días gritando como su personaje. Casi todas las películas de Tarzán que hizo Weissmuller son recomendables aún hoy, gracias al oficio de directores como Richard Thorpe. En ellas veíamos tribus negras muy malas, exploradores blancos muy malos también, peleas con cocodrilos, murciélagos y arañas gigantes, y tres personajes entrañables: Jane, su mujer (encantadora Maureen O´Sullivan), Boy, su hijo adoptado, y la célebre mona Chita. De todas esas perlas, la mejor quizás sea Tarzán en Nueva York, porque es fascinante ver al Rey de los Monos fuera de su ambiente, en la gran ciudad. Dos momentos para el recuerdo: cuando llama a un taxi "casa con ruedas", y cuando, perseguido por la policía, salta desde el puente de Brooklyn al Hudson, en perfecto estilo acrobático, para pasmo de sus perseguidores.

La lista negra 




Si ya es un poco pretencioso hacer una lista de las mejores películas, hacer una lista de las peores ya es una tontería de tomo y lomo: hay muchísimas más películas malas que buenas. Pero navegando distraídamente por estos lares del Internet, he descubierto que la revista Maxim (que no le llega a FHM ni a la punta de los juanetes), en su edición anglófona, cometió la osadía de hacer una lista de las 50 peores de todos los tiempos, así como suena. Se nota que estos tipos no conocen las filmografías de Pedro Masó, Irwin Allen o la de un tal Lars.
Observemos la lista: que Erin Brokovich es un tostón de tomo y lomo no tienen que repetirlo, que Campo de Batalla: la Tierra es una mamarrachada increíble lo sabemos todos, y que las Spice Girls hicieran una película es un crímen que clama al cielo (no así matar a Adam Sandler, eso obtendría dispensa papal), pero, ¿es que no hay acaso cientos o miles de películas mucho peores que las entretenidas Panorama para Matar, Armageddon, Batalla por el Planeta de los Simios, Zardoz, o Cobra? Madre mía, con esos títulos me pasaba yo tardes de sábado de lo más felices.
Pero donde ya la cagan gorda es poniendo títulos como Hook (que no es peor que la de Disney ni la de P.J. Hogan), Dune (¿es en serio? ¿la adaptación de David Lynch?), Mensajero del futuro (hay planos ahí que valen por otras enteras), o el Padrino III (quizá no la mejor de la trilogía, pero como mínimo una digna conclusión). Ni siquiera las justas inclusiones del remake de Psicosis, de Moulin Rouge, o de la Delgada Línea Roja (qué sueño coge uno viéndola), me quitan la impresión de que el peor de los films mencionados está hecho con más conciencia que esta lista absurda y disparatada. Y lo peor es que existen listas aún peores, que ya me abstengo de comentar.

martes, junio 01, 2004

La caza de un hombre 




Memories of murder es una rareza en el género policiaco, en la vertiente de la caza de asesinos en serie. Su director, Bong Joon-Ho, se aleja prudentemente de las convenciones del género que el cine americano ha implantado. Desde el mismo comienzo, esta producción surcoreana muestra su profunda originalidad. Basada en una historia real, la película cuenta cómo dos policías profundamente opuestos se enfrentan a una inquietante serie de asesinatos de muchachas que comenzó en 1986 en un pueblucho de Corea del Sur. El detective del pueblo es bonachón, impulsivo, algo torpe, muy observador. El detective que viene de Seúl es frío, inflexible, muy inteligente y algo independiente. Sin embargo, esta no es una buddy movie al uso. Empieza como una comedia, y uno no puede reprimir las carcajadas ante los tropiezos iniciales de Park Doo-man y sus ineptos compañeros del pueblo, e incluso con las peleas que tendrá con su colega a la fuerza, Seo Tae-Yoon. Esos toques de comedia casi grotesca son profundamente realistas, al igual que el giro imperceptible hacia el drama y la oscuridad que va tomando progresivamente la película, con mano maestra. Esta no es una historia de policías perfectos ni de psicópatas atractivos, sino un retrato realista de la caza de un criminal en un país que está pasando por profundas reformas políticas, un trasfondo con cierta importancia, pues es evidente la carestía de medios, tanto personales como materiales, derivada de la lucha de un país por su democratización.
Hay secuencias y detalles que se quedan en la retina del espectador, narradas con una fuerza y originalidad impresionantes: la primera persecución en la noche cerca de la fábrica, la constante presencia de la lluvia (el asesino sólo actúa en noches lluviosas cuando suena una determinada canción en la radio), la discusión entre los policías y los clientes de un bar que acaba en furiosa y trágica pelea, la autopsia a una de las víctimas (digna de David Lynch) en la que ambos detectives quedan alucinados, la angustiosa espera de los resultados de una prueba de ADN, el asesinato en la noche de dos de las mujeres, la naturaleza anodina y esquiva del asesino.
En el transcurso del viaje, ambos detectives sufren una importante evolución, que los humaniza. Los dos acaban siendo más comprensivos, y en ese sentido es absolutamente fascinante esa escena final bajo un cielo torrencial de la que no puedo revelar más detalles, enfrente de un túnel de tren. Hay un plano, tomado desde dentro del túnel, en que ambos detectives se ven como siluetas negras frente a un fondo luminoso y húmedo. Un plano único que hermana visualmente a los dos protagonistas de esta película, que demuestra, una vez más, que el auge del cine del Pacífico no es un mito de festival: es una realidad imponente. Memories of murder pone en evidencia, con un estilo visual naturalista y elegante, los manidos tópicos de buena parte del cine policial americano.

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