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Un blog sobre algunas cosas y cine.

miércoles, marzo 31, 2004

El fraude Dogma 

Hace unos días vi Celebración, de Thomas Vinterberger, y me pareció un horror, más que por la historia (tan tremebunda que consigue un efecto cómico involuntario), por la manera en que está filmada. Y es que resulta que esta peliculita forma parte del movimiento Dogma. Una de esas modas pasajeras, que ahora que está a punto de extinguirse, voy a analizar con calma y con muy poca piedad, todo sea dicho. La iniciativa partió del infame Lars von Trier y algunos otros directores daneses, que hicieron un decálogo que pretendía "despojar de artificio el cine". Traducido a la lengua castellana: saltarse sus reglas a la torera y haciéndolo triplemente artificioso, y por ende, más fácil. Siguiendo el decálogo Dogma, cualquier inepto puede dirigir una película, puesto que no ha de preocuparse de los siguientes elementos: decorados, planificación, storyboard, fotografía, banda sonora, efectos especiales, montaje. Me parece muy bien como divertimento, o como experimento (aunque cosas similares ya las hicieron los hermanos Lumiére), pero, sencillamente, hacer pasar el Dogma por cine, y encima pretendiendo que son los demás quienes no lo hacen, es una de las tomaduras de pelo más gigantescas que he visto en éste o en cualquier arte.

Addenda: Mientras caliento motores para La Pasión de Cristo (película que espero con ansia feroz), os recomiendo que leáis las estupendas críticas a Hermano Oso y Peter Pan que han hecho mis (más puntuales que yo) colegas de fandecomix Maria S. Bermejo y Raquel Laser.

martes, marzo 30, 2004

Máquinas de matar 



Efectivamente: estos días lluviosos he decidido ponerme esta película lluviosa y oscura, que he visto en tres tercios durante tres días, paladeándola tranquilamente. Y creo que prefiero el montaje nuevo, a sabiendas de que hay más de dos. La voz en off me irritaba un poco, siempre he creído que las imágenes han de estar por encima de las palabras, y el final es decididamente mejor. Lo que pasa es que, a pesar del dichoso unicornio, la película, con sólo estos pequeños cambios, se decanta muy claramente hacia otro lado, y no creo que sea el que se postula. En la versión nueva, Deckard es mucho más inhumano que los replicantes: no se arrepiente de matar a dos de ellos (mujeres), por la espalda, y cuando se enfrenta a los hombres es cobarde o traicionero. Roy Batty es decididamente superior, no sólo a los ingenieros genéticos que lo diseñaron, sino a la humanidad que está en el exilio espacial, y desde luego, a Rick Deckard, que, al quitarle la voz en off, lo convierten en una máquina despersonalizada, al igual que sus superiores y ex compañeros de policía. Es decir, que confirma mi vieja suposición de que Deckard no es un replicante, sino un miserable ser humano.

lunes, marzo 29, 2004

No es un adiós 



Hoy, en su casa de Ginebra, ha muerto el gran Peter Ustinov. Uno de los grandes, de eso no hay duda alguna. Su primer gran papel fue el de Nerón en Quo Vadis, y ya se hizo célebre para siempre. De perfecto acento londinense, con tendencia a la ironía y el sarcasmo, su carrera en el cine duró 60 años y tuvo muchos puntos culminantes. Para mí, siempre estará asociado a Léntulo Batiato, el lanista de Capua en Espartaco. Es memorable su papel en la divertidísima Topkapi, donde casi hacía de sí mismo, un inglés cosmopolita y socarrón. Y también es el inigualable Hércules Poirot de Muerte en el Nilo, papel que repetiría en seis películas más. Una carrera envidiable para un actor que jamás se distinguió por su afán de protagonismo ni su conflicitividad, que daba la impresión de mirar la vida y el mundo con una saludable distancia, y con una cultura impresionante, que le dio para escribir varias novelas y guiones él solito, y ser nombrado para muchos cargos honorables. No es un adiós, maestro. Es un hasta luego.

domingo, marzo 28, 2004

Un mundo extraño 



En 1990, Telecinco emitió Twin Peaks, la serie de televisión creada a la par por David Lynch y Mark Frost. Es interesante decir esto porque parece que nadie recuerda que muchos de los hallazgos de esta inimitable (pero muy imitada) serie no pertenecen a Lynch. En todo caso, sus creadores nos engañaron a todos, porque lo de menos en esta serie no era quién mató a Laura Palmer, sino quién era Laura Palmer en realidad, y eso sólo en la primera parte. A partir del descubrimiento del asesino (no es que no quiera desvelarlo, es que no sé quién es realmente), la serie tomó otro giro, mal comprendido, hacia el ocultismo y el fantástico más turbio: descubrimos que el agente Cooper no está inmaculado, y que tiene su némesis en el peligroso Windom Earle, entre otras cosas. De todos modos, recapitulando un poco, la verdadera protagonista de Twin Peaks es la gran ausente: Laura Palmer. Entre donuts y cafés, entre los chistes de la comisaría, la comedia y el serial, vamos descubriendo que había dos Lauras. Una de día, angelical, buena estudiante, que ayuda a la comunidad y reparte comida a domicilio; y una de noche, demoníaca, depravada, prostituta y drogadicta, que no duda en utilizar y despreciar a los hombres a su antojo. Resulta curioso que sean los hombres, para los cuáles la chica era sólo un objeto sexual, quienes acaben destrozando la vida de Laura Palmer, de la manera más sucia y brutal. Ese conflicto entre el bien y el mal es el eje de toda la serie y conecta perfectamente con el resto de la filmografía de Lynch. Lo que resulta difícil de entender es cómo es posible que el agente Cooper idealice tanto a un pueblucho que está podrido en sus entrañas: no hay nadie, absolutamente nadie, que esté limpio en este pequeño pueblo de montaña. Hay imágenes recurrentes que, más allá de simbolismos, fascinan sólo por cómo se muestran: los búhos, el semáforo agitándose en la noche, el bosque meciéndose al viento, la cascada, todo ello a los acordes de la genial música de Angelo Badalamenti. Y hay secuencias enteras (la del sueño con el enano), que aunque resulten casi incomprensibles están preñadas de una extraña belleza, que a la postre impregna toda la serie. A partir de la segunda temporada, que, insisto, tiene mucho interés, la audiencia empezó a perderse y la serie quedó colgada con un capítulo final, dirigido milimétricamente por David Lynch, que es tan enigmático como terrorífico. La gente esperaba que el enigma se resolviera en la película que se anunció, pero en lugar de eso, Lynch y Frost decidieron ofrecer con Fire Walk with me una precuela, más siniestra y menos simpática que la serie, que contara los últimos días de Laura Palmer, lo que supuso un descomunal fracaso de crítica y público. Es una película inferior a lo visto en televisión, porque no hacía falta mostrar lo que ya estaba sugerido, pero merece una cierta atención. Twin Peaks es una serie de televisión irrepetible, que los fans siguen analizando en busca de soluciones a los mil símbolos y misterios que plantea, y que incluso tiene una revista que se dedica a ella, Wrapped in Plastic. Si estáis interesados en profundizar en el tema, pinchad en los enlaces que están subrayados y seguid vosotros mismos la pista que el Agente Cooper no acabó de encontrar en un pueblo envuelto en belleza y tragedia.

viernes, marzo 26, 2004

Los trailers 



Me he animado a escribir sobre esto a raíz de algunos de los comentarios que han ido surgiendo. El mundo de los trailers tiene su gracia. Son como los spots de TV, pero para anunciar películas. Teniendo en cuenta que hay gente que decide si va a ver un film o no según el trailer, la cosa cada vez se cuida más. De hecho, hacer un trailer no es fácil: es una labor de montaje extraordinaria, porque se trata de seleccionar, de todo el metraje, aquello que pueda llamar más la atención, sin desvelar puntos importantes de la trama. Bueno, esta es la regla, porque hay trailers que te cuentan toda la película, con lo cual no tiene sentido ya ir a verla. En mi opinión, un buen trailer y una buena película no son cosas necesariamente unidas. Uno de los mejores trailers que he visto últimamente es el de la película Atlantis, de Disney, y el film es un poco decepcionante. El trailer de Eyes Wide Shut es engañoso: sólo muestra una escena que parece erótica, y fuera de contexto. El de El Club de la Lucha, que en realidad son varios, es tan provocativo como la propuesta de Fincher. Yendo atrás en el tiempo, recuerdo algunos trailers memorables: el de Dune era mejor que la película, porque salía todo lo atractivo y te evitaba las partes aburridas. El de Depredador era algo impresionante, pero la película estaba a la altura. Hoy, con los DVDs, uno puede ver los trailers de casi cualquier obra, incluidas las antiguas. A mí los que más me gustan son algunos de Hitchcock, en especial el de Psicosis, que es divertidísimo. Sale Sir Alfred dentro de la casa de Norman Bates enseñando cada habitación como si fuera un agente inmobiliario. Sencillamente magistral. Otro memorable es el de Espartaco, tan bien diseñado visualmente como la película en sí. En el Museo de Cine de Girona se pudo ver hace algún tiempo una exposición sobre el tema, donde se podían ver algunas de estas joyas. Pero yo insisto en que uno no debe dejarse llevar por la impresión que un trailer le cause, y más ahora, que se abusa mucho de eso. Ninguna película puede comprimirse en un par de minutos.

Este post tiene complementos para el fin de semana: en este enlace tenéis una crítica demoledora de la última tontería de Lars Von Trier.

Y por último comentar que por obra y gracia de la distribución española, esta semana se estrenan, con varios meses de retraso,y a la vez, Hermano Oso y Peter Pan. Esto a los de Cinequanon no les pasa, no. A ver si encuentro tiempo para verlas y comentarlas.

jueves, marzo 25, 2004

Historia de un formato 



Lo reconozco, soy un nostálgico. El otro día vi un episodio de Cowboy Bebop donde salía un anticuario de aparatos electrónicos, videos VHS y Beta. En efecto, el DVD parece que por fin va a enterrar al VHS, pero aún se venden películas de video, y se graba en ellas. Es admirable que el formato VHS haya durado tanto. Fue inventado por JVC en 1976, al igual que el sistema Beta de Sony, que era técnicamente muy superior. En 1981 Phillips inventó el sistema 2000, y se produjo una batalla de formatos en que, por su facilidad de grabación, triunfó el VHS (un duro revés para Sony, que invirtió mucho en Betamax) y se convirtió en el formato predominante. A principios de los 80, las películas se alquilaban solamente, no se compraban. Se creó la cultura del videoclub. Cuando se anunció la venta directa (recuerdo los primeros títulos de Warner Home Video), todos alucinamos. A finales de los 80, y sobretodo en los 90, la venta directa de videos era ya masiva. Entonces llegó el laser-disc, inventado por Phillips, y por un tiempo el VHS temblequeó: y, de hecho, hay ediciones en Laser Disc que no tienen paralelo en ningún otro formato. Sin embargo, el alto precio del formato y lo poco manejable que era precipitaron su caída: hoy en día es objeto de coleccionismo. El VHS había resistido el primer ataque serio, mientras los vinilos caían ante la pujanza del CD (inventado a la par por Sony y Phillips, siempre a la vanguardia). Salieron ediciones en VHS espectaculares, en V.O., incluso con algunos pequeños extras. En 1997, un nuevo estándar diseñado por común acuerdo entre las distintas compañías fue presentado en sociedad: el disco digital versátil o DVD. Durante un tiempo, el video resistió el ataque, pero con la entrada del nuevo siglo la batalla estaba saldada: el DVD tenía compatibilidad de tamaño con el CD, ofrecía una calidad de imagen y una capacidad de almacenaje muy superiores, lo que permite ver extras y diferentes idiomas con subtítulos. Hoy en día, el VHS aún resiste, débilmente, como una pequeña aldea gala, la invasión del DVD, pero todo indica que en pocos años será un formato extinto. Sin embargo, es el formato que me introdujo, en gran medida, al amor por el cine, y ha conseguido llegar a casi 30 años de vida, lo que no es poco mérito. Se merece un digno homenaje.

lunes, marzo 22, 2004

Director´s Cut 



En mi comentario sobre los Oscars, afirmé que darle la estatuilla a El Retorno del Rey por su montaje es una cuestión controvertida. Es hora de aclarar por qué dije eso, que hago extensivo a toda la saga de El Señor de los Anillos de Peter Jackson. Vaya por adelantado que soy un firme defensor de estas películas, pero más por cuestiones cinematográficas que literarias. Es decir, una cosa es el universo de J.R.R. Tolkien, que es literalmente inadaptable, y otra cosa es esta trilogía, que brilla por sus valores propios. Pero hay algún pequeño problema, y es el tema de las versiones de cine y las versiones extendidas. En varias entrevistas, Peter Jackson declara que para él, las versiones definitivas son las que se estrenan en las salas, cosa con la que, personalmente, estoy completamente de acuerdo, por dos motivos. El primero es el tempo cinematográfico, que se quiebra en las versiones extendidas, y no sólo por motivos de longitud, sino de planificación y ritmo. El segundo es que ni siquiera las versiones extendidas cuentan todo lo que narra Tolkien: no sale Tom Bombadil, no salen las quebradas de los Túmulos, ni la voz de Saruman, el concilio de Elrond sale mutilado, no hay mención a las Ents-mujeres, no se explica la historia del Palantir. Es más: Ralph Bakshi, en su menospreciada versión animada, consigue explicar en dos horas, sin omisiones mayores, lo mismo que Peter Jackson en seis. Aún así, no mencionaría todo esto si no hubiera aguas turbias de por medio: es decir, hay cosas en las versiones cinematográficas que no se entienden del todo sin haber visto las extendidas. No es un descuido del astuto señor Jackson, ni mucho menos de la productora New Line: hay que fijarse en la brutal campaña de publicidad que hacen para las ventas en DVD (y video, que aún resiste) de las versiones normales, y la muy escasa para las extendidas. Pero en el DVD normalito sale una presentación de la versión extendida, con una finalidad muy concreta, que no es otra que llenarse la saca. Ya lo dice la canción: there´s no business like show business.

viernes, marzo 19, 2004

Películas que he visto 

No sé que haría sin el video, el DVD y la televisión. Me permiten descubrir siempre material nuevo, en esto del cine uno no termina nunca de aprender, y recientemente he visto tres películas que me han impactado por distintos motivos.
La primera de ellas es El rey de la comedia, una de las películas menos apreciadas de Scorsese. Yo la encuentro magnífica, la pesqué de oferta en el FNAC, (aunque aún no sé si me han colado un doblaje nuevo o no), y no lo pensé dos veces. Si bien estaba en la sección de comedia, tiene mucho más de amargo drama que de otra cosa. Robert de Niro está espléndido como aspirante a showman, y Jerry Lewis muestra una faceta desconocida como showman renombrado que desprecia al novato con talento. Es una muestra del mejor Scorsese, y está a años luz de las últimas tres o cuatro películas que ha hecho.
La segunda es El adversario, de la francesa Nicole Garcia, que cuenta la historia real de un pobre hombre sin trabajo (magistral Daniel Auteil) que se hace pasar por médico de la OMS ante su familia y amigos, durante ¡quince años! Cuando al fin empieza a desvelarse la verdad, se abren las puertas de la tragedia. Lo más escalofriante es que está basada punto por punto en un caso real, del que se hizo una novela de Emanuelle Carriére, y otras dos películas que yo sepa. He oído que El empleo del tiempo, basada en el mismo caso, es incluso mejor, pero a falta de haberla visto, la gélida minuciosidad de esta película me ha impresionado mucho.
La tercera es Los verdugos también mueren, de Fritz Lang, que puso el Garci el lunes en su programa. Una película que desconocía completamente y que es una obra maestra como la copa de un pino. Pero para leer una buena reseña de esta joya, os remito a J.P. Bango, que en su Cronicón Cinéfilo hace mención al descubrimiento con más ingenio del que yo podría aportar.
Ah! Qué bonito es encontrar siempre nuevas obras de arte. Soy de los pocos que se alegran de ignorar cosas, más que de conocerlas. Así siempre te llevas sorpresas.

miércoles, marzo 17, 2004

Sinfonía de la vida 



La música clásica y el cine tienen y han tenido unas relaciones muy fluidas. No olvidemos que en el cine mudo la música la ponía una orquesta o un pianista en las salas, de forma muy similar a lo que se hace en la ópera. Pero, por una vez, dejemos lo clásico para la música y hablemos de películas más bien modernas.
No cabe duda de que la película que más ha contribuido a la popularización de la música culta ha sido y es Amadeus, de Milos Forman. A esta película le pasó algo curioso: poco después de ganar los Oscars decayó en prestigio y sólo reciente y merecidamente lo ha recuperado. Es el mejor biopic de un compositor que he visto en la gran pantalla: a los que odien a Tom Hulce y sus risitas, les recomiendo la versión original (hace poco ha salido en DVD). Amadeus (basada en la obra de Peter Schaeffer) es, además de un retrato de Mozart, una original disertación sobre la naturaleza del genio y del fracaso: el verdadero protagonista de esta magnífica película es Salieri (el papel por antonomasia de F. Murray Abraham), cuyo amor por la música no se ve recompensado por el don que sí se le da al aparentemente frívolo Mozart.
Ken Russell hizo algo parecido algunos años antes con Tchaikovski en La pasión de vivir, una película irregular pero en la que las virtudes compensan de sobra los defectos. Richard Chamberlain hace con mucha convicción el papel del atormentado compositor que tuvo múltiples problemas con su condición de homosexual, con la aceptación de su obra, con sus protectoras, y finalmente con el cólera que lo llevó prematuramente a la tumba. Una película filmada con una cierta tosquedad que curiosamente se ajusta muy bien al tono crudo con que aborda el tema.
Shine, de Scott Hicks, me parece una película muy digna sobre la extraña vida del pianista David Helfgott, un prometedor niño prodigio al que la esquizofrenia, propiciada por circunstancias familiares adversas, golpea justo cuando estaba a punto de llegar a la cima. Lo más destacable de esta película son las descomunales actuaciones de Geoffrey Rush como David y de Armin Mueller-Stahl como tiránico padre. La difícil música de Rachmaninoff tiene un papel destacado, y para los nostálgicos, es una de las últimas películas en que el gigantesco John Gielgud aparece, como maestro de David en Londres.
Hay otras maneras de abordar el tema de la música clásica. Una de las más originales es la que Walt Disney afrontó con Fantasía, una de sus películas más ambiciosas, donde daba varias interpretaciones animadas de piezas bastante conocidas y bien seleccionadas. El resultado es, por supuesto, irregular, pero el conjunto alcanza la grandeza. Yo me quedo con una imagen que ha pasado a la historia: Mickey dándole la mano al director Leopold Stokowski, en un alarde de postmodernidad e iconoclastia. La cosa continuó hace no mucho con Fantasía 2000, algo menos afortunada, en principio programada para cines Imax, en la que destaca con luz propia el segmento basado en "Rhapsody in Blue" sobre dibujos de Al Hirschfeld.
Mención aparte merece Stanley Kubrick, que, sobretodo a partir de 2001, ejerció un papel de selección de la música clásica en sus películas que alcanza la perfección. Su conocimiento del tema es asombroso, dando a conocer compositores tan poco conocidos como Gyorgy Ligeti, y haciendo una comunión entre música e imagen nunca vista antes ni después. En este sentido, es significativa la anécdota de que en A.I, Kubrick quería que se pusiese un fragmento de "El caballero de la Rosa" de Richard Strauss, pero que no aclaró dónde. John Williams lo colocó en la entrada de Rouge City, con esos peces boca por donde entran los vehículos, cosa que no le quedó nada mal.
No podía dejar de mencionar El Pianista, una de las obras más redondas de Roman Polanski, donde Adrien Brody interpreta con sobriedad a un concertista judío que es testigo de la barbarie nazi, a la que opone la divina música de Chopin para amansar a las fieras. Una película tristísima, donde sólo la casualidad marca la frontera entre la vida y la muerte más atroz, pero con un toque final de belleza melancólica.
Dejo para el final mi película favorita sobre el tema, Sinfonía en soledad, de François Girard, una colección de 32 cortometrajes ligados entre sí sobre la excéntrica vida del que probablemente fue el mejor pianista del siglo XX, Glenn Gould (encarnado por un exultante Colm Feore), fanático de Bach hasta el extremo. Los cortos comentan diferentes puntos de vista sobre Gould, como su afición a invertir en bolsa, su adicción a todo tipo de medicamentos, su obsesión por el Norte, o su misantropía. Incluso hay un abstracto corto de animación de Norman McLaren, y tres momentos memorables: cuando firma su último autógrafo, anunciando su retirada de los conciertos; el testimonio verídico de Yehudi Menuhin afirmando que se sentía inferior a él porque prefería vivir la vida; y el momento final en que se ve el lanzamiento del cohete que lleva la música de Glenn Gould a las estrellas, grabada en la sonda Voyager. Una lástima que esta película fuera tan mal distribuida.

lunes, marzo 15, 2004

Fetichismos 


Dios mío, esta mujer me encanta. Es Marg Helgenberger, que hace de Catherine Willows en la serie CSI Las Vegas, una de mis favoritas en la televisión.
El episodio de hoy está centrado en ella, de ahí el tema del post, pero supongo que es una excusa para expresar mi adoración por esta estupenda actriz y no menos estupenda mujer. Me encandila su aire de madurez, de sabiduría y fragilidad al mismo tiempo, sus ojos expresivos, su serena expresión. Exhalo un suspiro al escribir estas cosas.
Últimamente Blogger y Haloscan me están dando muchos problemas de acceso a mi página. Espero que pronto el tráfico en Internet, lógicamente multiplicado, empiece a normalizarse.

domingo, marzo 14, 2004

El precio del poder 

Hoy, tras unos días y acontecimientos nefastos que deberían invitar, más que nada, a la reflexión serena, es día de elecciones. Me parece oportuno recordar tres películas que tienen que ver con el tema, y que por distintas razones considero excelentes. En El Político, de Robert Rossen, Broderick Crawford encarna a un hombre honrado que a medida que consigue el poder crece en corrupción y maldad. Un león en las calles, de Raoul Walsh, muestra al siempre fantástico James Cagney como un hombre que no tiene escrúpulos a la hora de manipular a quien sea para llegar hasta arriba. Y en La zona muerta, de David Cronemberg, basada en la novela de Stephen King, Christopher Walken interpreta a un hombre con poderes visionarios que es el único que sabe que un aspirante a presidente tiene planes malignos para el país. Las tres películas que menciono tienen bastantes puntos en común, y por supuesto, no desvelo el desenlace de ninguna de ellas. Espero que nadie interprete esto como un comentario de la actualidad, pues siempre he encontrado que la alegoría es un género de expresión muy pobre.

miércoles, marzo 10, 2004

La venganza de la novia 



No podía ser de otro modo. Quentin Tarantino se ha superado a sí mismo con Kill Bill. Más allá de referencias cinéfilas, Kill Bill Vol. 1 es una película profundamente original, y además coherente en extremo con el resto de su filmografía. Como es usual en Tarantino, es una película que gustará a muchos y disgustará a otros tantos, entre ellos los críticos de festival, que le reprochan que no tiene argumento, como si la venganza no fuera uno de los más antiguos. Kill Bill es un paso adelante en el dominio del montaje, diabólicamente dinámico, al compás de canciones tan originales como potentes. Tarantino juega como le da la gana con la estructura temporal, con la verosimilitud de las situaciones, y con la complicidad del público.
No voy a desvelar ningún punto esencial de la trama, por respeto a aquellos que no la hayan visto aún, pero sí señalaré algunos de los elementos que más me han llamado la atención de esta deliciosa película: las dos citas a Star Trek, el segmento de anime (tan impactante como virtuoso), los sonidos que apagan el nombre real de la novia cada vez que se menciona, el despertar del coma en el hospital, los diálogos entre la novia y el hombre de Okinawa, el combate entre Uma Thurman y sus enemigos con las luces apagadas y fondo azul (por elegir uno, todas las luchas son impresionantes), los viajes en avión resueltos como los de Indiana Jones a velocidad de hiperespacio, y, por supuesto, el desenlace de esta primera parte, que te deja con unas ganas enormes de que llegue ya la segunda.
Algunas situaciones pueden parecerles excesivas a ciertos espectadores. En ese sentido, como ya hizo en Pulp Fiction, Tarantino no engaña en Kill Bill: la película es un exceso de principio a fin. Es un delirio visual que remite a los juegos de feria: en ese sentido, la cuarta película de Quentin Tarantino es la suma y superación respetuosa de todo el cine oriental de entretenimiento, su síntesis máxima y más brillante.

martes, marzo 09, 2004

Nervios, excitación, suspense! 

Desligado de ciertas obligaciones, esta noche voy a verme Kill Bill Vol. l, y los que me conocen saben que es la película que más he esperado en los últimos dos años. Dios mío, ¿cumplirá mis expectativas? ¿será tan buena como quiero que sea? ¿Tarantino se supera a sí mismo? Los nervios me carcomen. Mañana, por supuesto, la crónica de tan magno acontecimiento. Stay Tuned.

domingo, marzo 07, 2004

Cine en televisión 



La verdad es que el tratamiento que dan las diferentes cadenas de televisión al cine es, desde hace ya muchos años, vergonzoso. Naturalmente, no hablo de plataformas de pago, sino de las televisiones generalistas, por la sencilla razón de que es indignante que nos hagan pagar por ver los contenidos que deberíamos ver en otras cadenas que financiamos con nuestros impuestos. El caso es que hay una serie de películas que, por razones incomprensibles, se emiten infinidad de veces, y otras que hace décadas que no aparecen en ninguna cadena. Por poner un ejemplo sencillo: he visto emitida más de doce veces El Extraño de Orson Welles (por lo demás, un gran film), y nunca El Proceso, por poner dos obras del mismo director. En esto, naturalmente, hay responsables, de los que no diré los nombres, que hacen programas de cine para su gusto particular sin tener en cuenta las demandas del público. ¿Cómo se explica que los DVDs de Chaplin se estén vendiendo tanto? Pues porque no emiten películas suyas en televisión. Ni de Chaplin, ni de Von Stroheim, ni de Eisenstein, ni de Satyajit Ray, ni de William Wellman. Si nos ceñimos al cine moderno, ¿alguien ha visto alguna película de Michael Haneke en alguna televisión? ¿Cuántas de Atom Egoyan? ¿Y de Godard? Y no hablemos ya de determinados géneros, como el fantástico o el cine negro.
Así, de memoria, se me ocurren, sin mucho esfuerzo, películas fundamentales que hace más de una década que no veo en ninguna televisión de esas que cuidan el "interés general": El hombre menguante, El maquinista de la General, Ivan el Terrible, Naves Misteriosas, Drácula (la de Terence Fisher), El enemigo público número uno, Stalker, La naranja mecánica, Plumas de Caballo, Sólo se vive una vez, El ángel azul, Perdición, El enigma de otro mundo, Videodrome, Shoah, Cielo amarillo, Ultimátum a la tierra, Impulso Criminal, Érase una vez en América, ¿Qué fue de Baby Jane?, El Cardenal, La huella... en fin, voy a dejarlo. Casi va a ser mejor.

viernes, marzo 05, 2004

Historias Verdaderas 

Hay vida en el cine más allá de Quentin Tarantino y Tim Burton. Quien quiera ver películas honestas, emocionantes, y alternativas a los grandes megaestrenos, tiene tres opciones, aunque tendrá que ser hábil y rápido, pues estos filmes son de los que duran poquito en cartelera. La primera es Todo o nada, de Mike Leigh, un impresionante melodrama sobre las dificultades de un matrimonio obrero ingles. Luego tenemos Vías Cruzadas, de Tom McCarthy, que cuenta la curiosa amistad entre un enano que ama los trenes, una pintora y un vendedor de perritos calientes. Y si la suerte acompaña, la semana que viene se estrena Memories of Murder, de Joon-ho Bong, que sigue la búsqueda detectivesca de un asesino en serie coreano, y que está basada en hechos reales. Un cine alternativo que realmente vale la pena.

jueves, marzo 04, 2004

El hombre del mañana 



En 1978, Richard Donner estrenó Superman, probablemente la mejor película sobre un héroe de tebeos hecha hasta el momento. El tiempo no ha conseguido borrar el sentido de maravilla y grandeza que esta película transmite de principio a fin. El comienzo es muy nostálgico: vemos las portadas de los viejos comics de Joe Schuster y Jerry Siegel, y enseguida nos trasladamos a Krypton, donde todo es grandioso, incluido un Marlon Brando que ya cobraba los minutos por millones. Cuando el planeta colapsa, una nave en forma de estrella envia al bebé Kal-El al espacio, con rumbo a la Tierra. En el viaje, su padre le instruye subliminalmente sobre su destino. A su llegada a la Tierra, es recogido por los Kent (inmenso Glenn Ford), que cuidan con cariño a Clark hasta su adolescencia de inadaptado en una pequeña villa de campo. Finalmente, un cambio en su vida hace que construya su fortaleza de hielo y parta hacia Metrópolis. Esta primera parte de la película es virtualmente perfecta: mezcla la nostalgia, la espectacularidad y la belleza, a los acordes del genial John Williams. A partir de la llegada de Superman (ya con el indisociable rostro de Christopher Reeve) a Metrópolis, la película decae un poquito: Gene Hackman compone un Luthor demasiado bufonesco, y los personajes del Daily Planet no tienen el carisma de las dos familias que tuvo en el pasado. Pero Margot Kidder está encantadora como Lois Lane, y la parte de Metrópolis también está perlada de buen hacer. Destacaría el primer rescate en un edificio, con helicóptero incluido; el vuelo de Superman con Lois (y es que aún hoy esos artesanales efectos de vuelo con pantalla azul lucen muy bien); y, muy especialmente, el impresionante clímax final, donde el superhéroe salva al mundo del desastre que Luthor provoca mediante una solución tan ingeniosa como desesperada.
Naturalmente, la cosa no acabó ahí. Hubo varias secuelas: Superman II, también de Donner, es una muy digna continuación, la III aún tiene una (escasa) gracia, y la cuarta es directamente olvidable. La franquicia se extendió a la televisión con éxito, con varias series de dibujos animados y algunas de acción real, de las que me gustaría destacar dos: Lois y Clark es una serie centrada en la relación romántica de la pareja, y la reciente y muy imaginativa Smallville reinventa y actualiza el pasado adolescente y rural de Clark Kent, haciendo de Luthor su mejor amigo, condenado al odio tarde o temprano: una arriesgada pero atractiva pirueta argumental.

martes, marzo 02, 2004

That´s Entertainment! 

Sobre la Gala de los Oscars no tengo mucho que decir, fue como tantas otras, aunque hay que reconocer que Billy Crystal estuvo más agudo de lo que esperaba, y que el discurso de Tim Robbins fue tan conciso como incisivo. Pero lo que verdaderamente me gusta de estas galas son los montajes visuales de homenaje al cine clásico, que una vez más fueron brillantes, muy centrados en grandes estrellas que nos abandonaron en el 2003. Tom Hanks presentó el tributo a Bob Hope, un actor muy poco conocido aquí, que aunque hizo películas más bien modestas (Camino a río con Bing Crosby), era un cómico extraordinario y presentó la misma Gala innumerables veces.
Jim Carrey presentó el premio honorífico a Blake Edwards, que hizo un poco el payaso, pero luego dio un emotivo discurso (ese pequeño hombre limpiando la mierda del elefante mientras cantaba "there´s no business like show business!"). El director de Días de Vino y Rosas, La Pantera Rosa, Desayuno con Diamantes, El Guateque, y Victor o Victoria bien se merece ese premio a una carrera indiscutiblemente gloriosa.
Julia Roberts presentó el homenaje a Katherine Hepburn, y salieron imágenes de algunas de sus muchas películas sobresalientes: Historias de Filadelfia, La fiera de mi niña, La costilla de Adán, La reina de África, El León en Invierno, De repente el último verano, En el estanque dorado. ¡Qué gran mujer y qué gran carácter!
El Presidente de la Academia, Frank Pierson, presentó un sentido montaje dedicado a Gregory Peck (Matar a un Ruiseñor, Recuerda, Moby Dick, El hidalgo de los mares y tantas, tantas otras), para seguir con el obituario del 2003, donde se pudieron ver, a los acordes de la banda sonora de Miklos Rozsa para El Ladrón de Bagdad, los rostros de Charles Bronson (Los siete magníficos), Elia Kazan (La ley del silencio), Leni Riefenstahl (Olimpia), Jonn Schlesinger (Marathon Man), John Ritter (Nickelodeon), Hume Cronyn (La sombra de una duda), Michael Kamen (el músico de Robin Hood), Robert Stack (Los Intocables), Jack Elam (innumerables westerns), y Donald O´Connor (Cantando bajo la lluvia), entre muchos otros que desconocía: me queda mucho por aprender.
Estos montajes son un puente entre el cine de hoy y el cine del cuál nació y con el que todos crecieron, entre lo viejo y lo nuevo, y transmiten la impresión de que el arte de fabricar sueños sigue dando sus pasos hacia el futuro sin olvidar su gloriosa tradición del pasado.

lunes, marzo 01, 2004

El Señor de las Estatuillas 



Nadie imaginaría que el director de Bad Taste conseguiría un día once oscars por una trilogía de películas de género fantástico que adaptan la novela más conocida de J.R.R. Tolkien. El retorno del rey se llevó ayer la suma de premios que se merecen las tres, pero hay que apuntar el valor de la Academia al hacer que un film de fantasía iguale el histórico record de Titanic y Ben-Hur, ganando en las once categorías a que estaba nominada. Son los Oscars más acertados que he visto en muchos años. Aún así, ha habido alguna que otra "injusticia", fruto del legendario conservadurismo de la Academia. Sea como sea, aquí va el palmarés final:

Mejor Película: El Retorno del Rey
Comentario: Merecido

Mejor Director: Peter Jackson
Comentario: Merecido

Mejor Actor: Sean Penn
Comentario: Merecido hasta cierto punto.

Mejor Actriz: Charlize Theron
Comentario: Merecido

Actor Secundario: Tim Robbins
Comentario: Merecido

Actriz Secundaria: Renée Zellweger
Comentario: Inmerecido, sobreactúa claramente.

Película de Habla no Inglesa: Las Invasiones Bárbaras
Comentario: Inmerecido, es una pretenciosidad sin contenido.

El resto de Premios se repartieron de este modo:

Guión original: Lost in translation (Merecido)
Guión adaptado: El Retorno del Rey (Inmerecido, es una adaptación muy libre)
Pelicula animada: Buscando a Nemo (Merecido y esperado)
Fotografía: Master and Commander (Inmerecido, estando nominada cierta película brasileña)
Montaje: El retorno del rey (Inmerecido, por muchas razones que no vienen al caso)
Banda sonora original: El retorno del rey (Merecido)
Canción original: El retorno del rey (Merecido)
Efectos visuales: El retorno del rey (Indiscutiblemente merecido)
Dirección artística: El retorno del rey (Merecido)
Diseño de vestuario: El retorno del rey (Merecido)
Maquillaje: El retorno del rey (Merecido)
Montaje de sonido: Master and Commander (Merecido)
Sonido: El retorno del rey (Merecido)
Corto animado: Harvie Krumpet (el error más grave de todos)
Documental largo: The Fogs of War (Esperado pero inmerecido)

Documental Corto: Chernobyl Heart
Cortometraje: Two Soldiers

Premio Honorífico a toda una carrera: Blake Edwards (Más merecido imposible)

En general, mis criterios coinciden bastante con los de la Academia, pero hay tres cosas en particular que me gustaría señalar. 1) Ciudad de Dios no se llevó ningún Oscar, siendo como es un trallazo de película. 2) Destino de Disney-Dalí, incomprensiblemente, no se llevó el premio al mejor corto animado, y hubiera sido muy emocionante ver a Roy Disney recoger el Premio que merecía, 3) Premiar el montaje y el guión adaptado del Señor de los Anillos es algo, como mínimo, peliagudo.

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